Ayer Romeo me pegó. Estaba muy
enfadado y los dos nos tratamos mal. Yo le sujeté fuerte el brazo y él
intentaba darme. Hoy revisando las acciones de Romeo he visto que el 20-5 de no
sé qué año Romeo pegó por primera vez. Es un tema tratado en mi ámbito de
crianza, madres amigas. También en una sesión pedagógica de su escuelita salió
el tema: “no se pega” es una frase que oímos muchas veces y que no se debería
de decir. Yo estoy de acuerdo. En su lugar se debería decir “aquí y ahora no te
permito pegar porque en este lugar y en este momento no nos hacemos daño”. Algo
así… La cuestión era que si a un niño se le repite constantemente la frase
impersonal “no se pega” y el niño la integra como algo suyo, puede darse el
caso de que cuando se vea en la necesidad de defenderse: agresión, guerras… etc
no lo haga. El error (si es que se trata como tal) estaría en cómo se pone el
límite, no en el límite puesto. En la
sesión pedagógica se dijo que el acto de pegar muchas veces es un acto reflejo,
que cuando alguien te hace daño, muchas veces, por instinto, te sale pegarle.
No es que por ello esté justificado hacer daño, sino que la mejor manera de
tratarnos sería hacer consciente en la medida de lo posible el acto de pegar y
a partir de ahí actuar. Con el pegar
muchos niños llaman la atención de sus madres y padres: si no obtengo atención
buena, al menos obtengo atención si pego, aunque sea atención de la mala, con
una regañina. También podría ser una manera de descargar tensión. Para eso se
inventaron los cojines.
No hay comentarios:
Publicar un comentario