Aventura en el fondo
del mar.
Texto: Mónica Arana.
Ilustración: Amaya de
la Hoz.
2016
Comienza el libro con una
reflexión dirigida a los niños sobre la desaparición del planeta en la que
utiliza una metáfora a mi parecer muy certera. Después, como en una muñeca
rusa, empieza con una realidad para meterse en otra y finalmente en otra: la historia
que ocupa la mayor parte del libro.
La autora muestra a los
personajes con detalles que los hace únicos y a la vez adaptables a cualquier
imaginación, pues tan sólo los esboza con unos pocos rasgos descriptivos. Así
dice de uno que “siempre acaba haciendo lo contrario de lo que quiere”. Dota al
texto de clichés como las pelotillas de los niños o que los adultos siempre
tienen prisa, que lo hace más verosímil. Además hace guiños al lenguaje
mencionando usos del mismo y otros recursos como: “adjetivos acabados en ado”,
repeticiones (“hablar igual a juntar sílabas para formar palabras”), sílabas
separadas por guiones para resaltar la palabra o el modo de decirla
(“e-co-ló-gi-cas”). Más cosas que acercan al lector son los apelativos al
mismo, las referencias a dibujos animados y un cierto ambiente cinematográfico
(cuando dice que los gatos estaban especialmente pesados aquella noche).
Aparecen dos dicotomías a lo largo del texto: adultos-niños y campo-ciudad. En
relación a la primera los detalles que usa para describir a unos y a otros: adultos que siempre roncan, que acaban
frases en “y punto”; niños que hacen pelotillas, que gastan bromas a sus
compañeros. La autora dota al texto de mucho humor (sardinas Isabel…) y aporta
su particular mirada para vincular al lector con un uso responsable de los recursos
a fin de preservar el medio ambiente. Así dice que son héroes los niños que
reciclan y cierran el grifo cuando se lavan los dientes.
La ilustración de la portada me consta que
está confeccionada al más puro estilo artesanal, que hasta los colores del
ropaje han sido minuciosamente pensados.
Me ha gustado mucho leerlo: por
la historia, por el paseo de mis ojos por tan divertido y rico lenguaje, por el
mensaje subliminal, la ilustración... Además al igual que hizo Weiss con sus
“otras vidas”, me abre una puerta a pensar que otros mundos allá abajo puedan
existir. Y tengo 42 años.
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