viernes, 2 de diciembre de 2016

Aventura en el fondo del mar

Aventura en el fondo del mar.
Texto: Mónica Arana.
Ilustración: Amaya de la Hoz.
2016
Comienza el libro con una reflexión dirigida a los niños sobre la desaparición del planeta en la que utiliza una metáfora a mi parecer muy certera. Después, como en una muñeca rusa, empieza con una realidad para meterse en otra y finalmente en otra: la historia que ocupa la mayor parte del libro.
La autora muestra a los personajes con detalles que los hace únicos y a la vez adaptables a cualquier imaginación, pues tan sólo los esboza con unos pocos rasgos descriptivos. Así dice de uno que “siempre acaba haciendo lo contrario de lo que quiere”. Dota al texto de clichés como las pelotillas de los niños o que los adultos siempre tienen prisa, que lo hace más verosímil. Además hace guiños al lenguaje mencionando usos del mismo y otros recursos como: “adjetivos acabados en ado”, repeticiones (“hablar igual a juntar sílabas para formar palabras”), sílabas separadas por guiones para resaltar la palabra o el modo de decirla (“e-co-ló-gi-cas”). Más cosas que acercan al lector son los apelativos al mismo, las referencias a dibujos animados y un cierto ambiente cinematográfico (cuando dice que los gatos estaban especialmente pesados aquella noche). Aparecen dos dicotomías a lo largo del texto: adultos-niños y campo-ciudad. En relación a la primera los detalles que usa para describir a unos y a  otros: adultos que siempre roncan, que acaban frases en “y punto”; niños que hacen pelotillas, que gastan bromas a sus compañeros. La autora dota al texto de mucho humor (sardinas Isabel…) y aporta su particular mirada para vincular al lector con un uso responsable de los recursos a fin de preservar el medio ambiente. Así dice que son héroes los niños que reciclan y cierran el grifo cuando se lavan los dientes.
 La ilustración de la portada me consta que está confeccionada al más puro estilo artesanal, que hasta los colores del ropaje han sido minuciosamente pensados.

Me ha gustado mucho leerlo: por la historia, por el paseo de mis ojos por tan divertido y rico lenguaje, por el mensaje subliminal, la ilustración... Además al igual que hizo Weiss con sus “otras vidas”, me abre una puerta a pensar que otros mundos allá abajo puedan existir. Y tengo 42 años.     

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