19-8-13. Hasta las pequeñeces más
pequeñas de los actos cotidianos podría contar aquí y las cuento. Como esta. Y
es que realmente me parece increíble que Romeo, seis años después de nacer,
cuando apenas hacía, pueda hacer tantas cosas. Esa fecha fue la primera vez que
se enjuagó él solo. La boca, después de cepillarse los dientes. Un día fuimos al dentista y aprendió que “hay que” enjuagarse dos veces. Así
lo hacía al principio, tras la visita al dentista. Ahora entiende que esa norma la puede
adaptar a sí mismo y se enjuaga una vez. Con lo que suelta de la boca hace “el
río de la baba” en el lavabo. Y se tira un buen rato mirando cómo se deslizan
las gotas por el afluente de su baba hasta el orificio. Y es que la manera que
tiene el niño de estar en el mundo es jugando (o en-juagando).
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