Llevaba varios días, meses o años
diciendo que se le iban a caer, que se le movía un diente. Yo miraba cómo ponía
el dedo encima del diente y cómo lo movía para hacer el efecto del movimiento.
Así se inventaron los efectos especiales. Pensé que el ver a sus amigos sin
dientes y contando historias de ratones le hacía tener ganas de que se le
cayeran a él también. Pero pasaba el tiempo y nada. Casi se nos había olvidado
el tema hasta que un día vimos aparecer unas montañitas blancas detrás de los
incisivos centrales. Ya teníamos el anuncio de la inminente caída. Se le
empezaron a mover que daba cosa verlo. Todos los días iban a ser el día de la
caída, pero ésta no llegaba. Hasta que el 1 de Abril de este año (2017), justo
en el preciso instante en el que tenía lugar nuestra fiesta anual por la
celebración de la vida y de muchas cosas más, se le cayó. Fue con una fresa que
trajo Marta y Ross lo encontró. Que con los nervios fue al suelo y entre
piedrecitas y arena era difícil dar con él. Pero nuestra amiga, especialista
además de efectos especiales, lo hizo. Varios meses pensando en la película del
Ratoncito Pérez (hasta habíamos hecho una puertecita en la pared de la cocina
para que pudiera entrar, yo me había traído de la calle un cesto que me
encontré en forma de ratón…) para que justo ese día que Romeo dormía con los
papás (pues teníamos invitado en casa) no pudiéramos hacer el rodaje como la
tradición manda. Dormimos la familia al completo con un diente de Romeo bajo la
cabeza. Eso sí, a la mañana siguiente cogió lo que le había dejado “el Pérez”.
Ahora sólo queda que se le caiga el otro incisivo para hacer la “salchichita”
con la lengua.
No hay comentarios:
Publicar un comentario