No es lo mismo verla que ir a
ella o que ella venga a ti. La vio por primera vez así: http://macarenamenasantos.blogspot.com.es/2013/02/romeo-ve-la-nieve.html
y un 30-12 quiso llevársela como el protagonista de The snowy day, solo que él
metida en una bolsa de plástico para enseñársela a su padre. Fue en una
excursión con un amigo. Este año lo volvimos a repetir: excursión a la nieve.
Era un día sin cole y no tuvimos una idea original: todo Madrid estaba en la nieve
ese día. Como fue imposible aparcar los dos coches juntos (íbamos con amigos), acabamos cada uno en un sitio diferente. Romeo y yo aparcados en la cuneta
disfrutamos de una ladera nevada donde había trineos. Cogimos el parasol del
coche y sobre él subimos y bajamos varias veces. Pero a Romeo le divertía más
ir a su laboratorio, que consistía en alejarse hacia la orilla de
un río y coger trozos de hielo o nieve para tirármelos. Acabó con
bolsas de plástico a modo de calcetines y fundas de botas en lugar de zapatos, y aunque no vimos a los amigos, nos lo
pasamos bien. Peor fue el día que la nieve vino a nosotros. De vuelta del cole,
en bici, a las dos de la tarde, se puso a nevar en el Madrid Río como jamás
hubiera soñado. Adelantamos a unos que iban andando y que también parecía que lo estaban pasando regular. Dudé si meternos o no en un mesón gallego a tomarnos un caldito caliente, pero desistí, que ya que
estábamos metidos en faena era mejor terminar y no quedarnos fríos. Horrible.
La nieve le escocía en la cara y le picaban los ojos. Las manos yo ni las
sentía y no quería ni pensar cómo las tendría Romeo, sin guantes, con mi
chubasquero colgándole de ellas, tapado como un fantasma hasta donde le dejaban los pedales. Nada más llegar a casa nos dimos una ducha caliente para quitarnos la nieve
que se nos había metido dentro del cuerpo.
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