Parece nada del otro mundo, algo
fácil, pero para un niño que se está haciendo creo que esta hazaña merece
también un escrito.
No recuerdo a Romeo como un bebé
muy mocoso en comparación con otros bebés con los que teníamos contacto. Así es
que los pañuelos no han tenido nunca mucho espacio en mi mochila. Más adelante
su padre empezó a traer muchas servilletas de tela y empezamos a usarlas como
pañuelos. Así, Romeo, podía tener un pañuelo en el abrigo siempre. Con frecuencia salía petrificado de los mocos acumulados meses atrás. Sólo en invierno Romeo
tiene algo de mocos, a veces. Así fue el 21-2-14 en que se sonó él solo por
primera vez. Ya había hecho la acción de soplar por la nariz más veces: cuando
yo le limpio los mocos, en la piscina… pero hasta entonces no había sido él su
propio sostén de mocos.
Esta entrada me hace pensar en la
cantidad de cosas que sabe hacer Romeo por sí mismo ya. Algunas se me olvidan
(menos mal que aquí quedan registradas) y de repente me veo echando mano del
cuchillo, del papel higiénico, de los zapatos, de los botones… Como si mi mente
se resistiera a saber de su crecimiento o me preguntase si quiero que Romeo crezca. ¡Claro
que quiero! La que no crece tan rápido, quizá, sea mi mente.
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