Recuerdo un día que estábamos en
casa y fuera, en la escalera, se oía al señor del gas gritar: ¡El GAS! ¡El GAS!
Romeo me miró asustado y se acercó a mí.
Cuando la casa está a oscuras no
se pasea sólo por ella porque le da miedo, dice.
También le da miedo ver luces
encendidas en la casa del vecino o escuchar voces en la escalera.
La música de algunas películas le
da miedo. Por más que yo le explique que las hacen así, para hacerle pasar
miedo, no es capaz de experimentarla de otra manera, siempre se tapa bajo un
cojín. Ante esto pienso dos cosas: el poder que tiene el cine y lo
influenciable que es mi hijo a los estímulos externos. Me contraría en un
primer momento que no pueda controlar su emoción provocada por algo externo que ni siquiera es real (hablando del cine como ficción). Pero enseguida
recuerdo lo que me dijo un amigo: que todo aquello que adoptamos o imitamos de
alguien o algo, es, por ello, algo que ya nos pertenece. Es decir, que si a Romeo
le da miedo una escena con música de miedo es porque esa escena, (en este caso,
la música) conecta con algo suyo.
Vamos a ver qué pasa en Londres
con el trick or treat…
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