6-9-15. Tengo esa fecha apuntada
por ser la primera vez que lo hizo. Imagino que me vería y, sentado sobre mí, se
pondría a escribir su nombre, que es lo que siempre escribía cuando empezó a
escribir. Ahora cuando escribe en el ordenador es para buscar algo en Google.
El martes (14-11-17) cuando
llegamos de patinar me dijo que quería escribir a máquina el cuento que nos
habíamos inventado por el camino. Cogió la máquina de escribir, que casi pesa
más que él, y la colocó sobre la mesa. Es una actividad que ya habíamos hecho
más veces. Nos sentamos juntos y por turnos aporreamos las teclas de Monica para sacar lo que tenemos en las cabezas. Recuerdo la primera
vez. Había visto una en un mercadillo de antigüedades y la quería. Me acordé de
mi vieja compañera y se la pedí a mis padres. Un día la trajeron y Romeo en el
suelo, en mitad del salón, se puso como un loco a probar todas las teclas y
botones. Cuando vienen sus amigos Monica
es una atracción recurrente. Ahora él la conoce mejor que yo, pues aún
conservo vicios de mis tiempos de escritura a máquina.
Justo en estos días pensaba en
ello. En los procesos de aprendizaje de escritura, tanto digital como manual;
en qué uso hacemos de la expresión escrita con la tecnología; en cómo será el
mundo escrito de Romeo…
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