La abuela gimnasea, dijo Romeo.
Va a gimnasia, continuó. Luego yo le conté que la abuela hacía atletismo
de joven, que saltó vallas y corrió mucho.
Ayer me acordaba de mi madre A
cuando caminé por la calle en mi descanso. A veces aprovecho para hacer
cuestiones en ese tiempo, y entonces tengo que volver rápido para no llegar tarde. Caminé con zancadas de gigante como hacía mi madre. Un chico al lado de
mí parecía intentar adelantarme, pero no pudo. Soy hija de atleta, pensé.
Mi madre va a gimnasia desde hace
tiempo, creo que desde que se jubiló. Cambió las carreras para coger el metro
por los malabares con amigas. Se regalan en cumpleaños y quedan a comer. Cuando
nació Romeo, la profesora de gimnasia le dijo que qué nombre tan bonito: fácil
de pronunciar en cualquier idioma, romántico, corto, sonoro, literario… Una de sus amigas de gimnasia tejió para él. Y
ahora yo tejo tramas, como esta de la hija de A.
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