Hace un par de meses tuvimos una
tutoría solicitada por nosotros en el colegio de Romeo. Habíamos apuntado
varias cosas que Romeo nos decía, otras que veíamos… y todo junto ya formaba
una lista apropiada de inquietudes y alabanzas que soltar. La tutora de Romeo era todo oídos cuando nos reunimos. Ella no tenía nada que decirnos, sólo que le había cambiado el nombre porque en una obra de teatro
que estaban ensayando se llamaba Marcos. Punto por punto le fuimos diciendo
todas las cosas. La que vengo a comentar aquí es la que más me llamó la
atención por su comentario. Cuando yo le dije que Romeo antes de ir al colegio (es decir, antes de los seis años) escribía, sumaba y restaba con total cotidianidad,
como el vestirse o el comer, y que de un tiempo a esta parte habíamos notado
que cuando se le presentaba una ocasión de hacer algo que él relacionaba con el
colegio, como escribir, sumar o restar, no lo quería hacer. Me contestó que a lo
mejor ya tenía cubiertas esas facetas de la vida y que en casa tenía que
dedicarse a otras cosas. Alucinada me quedé. Tanto que no me salían las
palabras cuando le quería decir que era en casa donde surgía sumar o restar cuando se
trataba de calcular los ingredientes para hacer un bizcocho; que era en casa
cuando surgía escribir, al anotar las cosas que se quería
comprar en su libreta; que era en casa, en la vida, cuando le surgía sumar o
restar para calcular el dinero que le quedaba… etc. De nuevo pienso, que es el vivir el que nos
hace competentes y no competenciar. http://macarenamenasantos.blogspot.com/2019/01/competenciar.html
Carlos contestó que le daba
pena que el colegio le quitara esa faceta de su hijo, la de acompañarle en su
aprendizaje (libre y respetado. Esto lo añado yo pensando en aquellos que crean
que con los deberes se les acompaña) de los números y las letras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario