Un día Romeo me contó que la
profesora les había dicho: no crezcáis. De nuevo, atonité. Ante un mensaje así,
me pregunto cómo reacciona la mente de un niño obligado a ir al colegio para
prepararse para la vida, se supone. Es decir, prepararse para vivir,
crecer. Poniéndome en el lugar de Romeo, quizás pensaría: vale, entonces todo
lo que me enseñes lo tengo que olvidar para no saber hacerlo nunca, para
quedarme en niño. Hago un esfuerzo y me pongo también en la mente de la
profesora: quizás ese día tuvo un momento o momentos malos y estaba agobiada,
de mal humor, cansada… y lo veía todo negro, anhelando cualquier tiempo pasado en
que era niña. Quiero pensar que fue así y que con esa frase descargó su
malestar. Hablo sobre ello con Romeo que parece
impresionado por lo que dijo su profesora. Así me veo compensando, de nuevo,
las cositas del colegio. De todas
maneras, creo que en alguna parte de su persona, quizás, él anhela desde siempre
ser mayor y el mensaje no le haya afectado. Como parece demostrar al negarse, desde muy pequeño, a comer con cuchara de postre el yogurt. Al menos es la explicación
que encuentro cuando me puse ayer en el lugar de la cuchara.
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