En la reunión trimestral la
tutora dejó claro que las alumnas y alumnos podían leer lo que quisieran, que
los cómics también estaban en esta lista de “lo que quisieran”, al igual que
los libros de casa. Acto seguido, cuando una madre dijo que a su hijo no le
había gustado nada el libro que había leído, que no se lo había podido
terminar, dijo que era ella quien elegía el libro que tenía que leer cada uno y
que volvería a escoger uno para este niño. ¿En qué quedamos?
A veces veo en los
discursos de los profesores contradicciones que a priori no entiendo, pero que
luego puedo llegar a comprender como derivadas de los múltiples frentes a los
que tienen que atender. Ya dije en dos ocasiones que creo que hay tantos coles
como cabezas en el mundo, o al menos eso es lo que yo pienso debería haber,
aunque ahora sólo existan en el mundo de las ideas. Pues bien, imagino que con
el discurso de la lectura, la tutora estaría respondiendo a la vez a aquellos
que delegan el aprendizaje de sus hijos en el colegio, y a aquellos que no lo
hacemos. Por eso lo de elegir ella el
libro, y por eso lo de los libros de casa.
El problema es que yo llegué a
casa diciéndole a Romeo que podía leer lo que quisiera (ya contaba con ello, pero también sabe que tiene que surfear las leyes del cole) y él
vino a casa diciéndome que no le habían dejado leer unos cómics de Lucky Luke. ¿En qué quedamos?
Me vuelvo a poner en el lugar de
la profesora y en este caso, sin vigilancia adulta, imagino que le diría que no
podía leer a Lucky Luke (a pesar de estar en la biblioteca del aula) por alguna
razón personal que no logro identificar. Me pongo en el lugar de Romeo y
pienso que alguna de las dos me ha mentido, mi madre o la profesora. También me
pregunto por qué está en clase si no nos deja cogerlo, y esto me hace dudar más
de la profe que de mi madre.
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