-Son las neuronas.
Cuando vivía con mis padres
escuchaba mucho a mi padre A decir: las voy perdiendo, ya no
tengo neuronas… y cosas así. Lo decía cuando se olvidaba de algo: no encontraba
las llaves, se había confundido de fecha, se le había pasado hacer alguna
cosa…
Él cree que con el tiempo llega
la insalvable decrepitud (palabra que también le he oído mucho) y eso forma
parte del motor de su vida y de su mundo.
A su alrededor hay otro mundo. Yo
por ejemplo, que leo:
“La ciencia está en continua
evolución. Hasta hace pocos años se creía que nuestro cerebro era estático e
inmutable, que nacíamos con un número determinado de neuronas que iban
perdiéndose con el paso del tiempo y que nuestros genes heredados condicionaban
nuestra inteligencia. Actualmente, debido al progreso de los experimentos
realizados por la moderna neurociencia, sabemos que existe la neuroplasticidad,
una propiedad del sistema nervioso que le permite adaptarse continuamente a las
experiencias vitales. Nuestro cerebro es extraordinariamente plástico,
pudiéndose adaptar su actividad y cambiar su estructura de forma significativa
a lo largo de la vida. La experiencia modifica nuestro cerebro continuamente,
fortaleciendo o debilitando las sinapsis que conectan las neuronas. Este proceso
se conoce como aprendizaje. Independientemente del declive natural que conlleva
la vejez, el aprendizaje se puede producir a cualquier edad, somos capaces de
generar nuevas neuronas y nuestra inteligencia no es fija ni inmutable".
Pero el mundo de mi padre es
inmutable, como lo era el de mi abuelo. Cuando murió (aunque ahora estoy
confusa y no sé si fue un poco antes, cuando aún vivía) le oí a mi padre
decirle murmurando: nunca lo entendiste ni lo entenderás. Se refería a un tema
político, de colores: los rojos y los azules. Ahora yo me veo diciéndole lo
mismo a mi padre sobre cosas inamovibles en su mundo, pero que en el mío están
en constante evolución, como el cerebro humano.
1 comentario:
Creo que para evolucionar, hay que querer.
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