De vez en cuando me saltan las alarmas por lo
escolarizada que estoy todavía. Por ejemplo, cuando en la reunión con la tutora
nos hicieron firmar una hoja de asistencia y nadie dijimos nada. Como si eso lo lleváramos haciendo toda la vida.
Hace poco mis compañeros de un
curso se sorprendían de que pasara “a limpio” todos los
apuntes. Sin duda, sé que eso es una costumbre escolar que nunca me quité. Aún
conservo los “cuadernos de bonito” de Inglés (así lo llamaba nuestro profesor) decorado con toda
clase de ilustraciones copiadas o calcadas en los márgenes y títulos. Como si me doliera tirar por la borda todo ese tiempo tirado por la borda.
En mi trabajo como escritora
donde nadie me controla ni me vigila, yo misma me impongo un horario dividido
en cuatro horas, tal y como nos distribuían las clases en el colegio.
Mientras yo me descolarizo poco a
poco dándome cuenta de todo esto, mi hijo se colegiza cada día más. Ayer me dijo que el único día en el que pueden tener un rato de juego libre es el
viernes. Al preguntarle por qué, me respondió que para celebrar
que es el último día de la semana que hay cole. Acto seguido, me dijo que
nosotros celebrábamos los viernes con una pizza. A lo que yo añadí que
nosotros celebramos todos los días de la semana: los lunes cine y cena
temática; los martes mamá va a un curso; los miércoles y jueves tarde con papá, amigos o abuelos; los viernes planes con amigos y pizza; los sábados y domingos
cine, cenas, cursos, amigos, abuelos, excursiones y desayunos fuera que también
pueden darse el resto de los días…
Una amiga me hizo ver que el
ritmo con el que te adiestran en el colegio continúa en la vida adulta con los
trabajos enajenados: firma de asistencia, alarma cada hora, descanso de media hora...
Hay gente que tiende a parcelar la semana en
dos bloques: de lunes a viernes donde concentra todo lo obligatorio, y el fin de
semana donde coloca lo placentero. Yo me niego a pensar que la vida son
dos días.
2 comentarios:
Eres genial, así he pensado yo toda mi vida, pero era una loca. Ahora a mis muchos años, lo sigo pensando y además hago lo que me da la gana. Un beso grande.
Gracias. ¿Quién eres que no me acuerdo?
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