No me creo ciertos procedimientos
aparentemente ineludibles. Uno de ellos son los exámenes.
No veo la relación que pueda existir entre el hecho de completar un
cuestionario o ejercicio un día determinado, y el saber sobre ello que una
alumna o alumno alberga. Creo que el aprendizaje nace del propio
interés. Pienso que si es un interés impuesto por un procedimiento como los
exámenes, por mucho que se estudie para aprobar, más tarde de todo ese esfuerzo
no quedará nada o prácticamente nada útil. Es más, pienso que lo que podría quedar es un daño irreparable o difícil de reparar en el individuo. Esto es
consumo de tiempo, de vida.
Hace poco Romeo tuvo que hacer
unos exámenes, pruebas de evaluación las llaman, demandadas por no sé qué
organismo externo al colegio. Algo que por lo visto todos los alumnos de tercero
de primaria de colegios públicos tienen que hacer. Luego cada colegio o
profesor se lo toma a su manera, e incluso hay quien les dice que ese día no
vayan a clase. Lo que confirma aún más mi idea de que es algo aparentemente
ineludible y de que no sirve para nada. Pues si lo que se pretende mediante las
mismas es saber lo que saben los alumnos: primero, lo que saben no es lo que
ponen; segundo, los alumnos que lo hacen no son los alumnos de los colegios,
sino de ciertos colegios, de ciertos profesores, de ciertos padres…etc, etc; y
tercero no se puede saber lo que sabe alguien usando un método que no te dice
lo que sabe.
En definitiva, creo que dichas pruebas son absurdas, así como todo el sistema de exámenes de los colegios, totalmente inservible desde mi punto de vista. Algo que ya veía desde mis ojos de niña cuando les decía a mis padres: ¿pero todavía tenéis que corregir más “examinines”? Algo que con ojos de adulta veo como una pieza más de la cadena del desmontaje que forman los colegios. Una justificación de sueldos, tiempo perdido (la de horas que emplearán los corregidores de esas pruebas en balde...).
Ya, me han dicho a veces, pero entonces, ¿cómo saber lo que sabe un alumno? Y yo digo: escuchando. Algo que en un colegio es imposible porque lo primero que te inculcan es “guardar silencio”. Pienso que sólo así, quizás (si es que se necesita conocer), se puede saber lo que sabe un alumno o alumna, lo que le interesa, el potencial que alberga dentro, lo que esa persona puede dar en un futuro… Nada que ver con exámenes, libros de texto, temario, currículum, transversales, evaluaciones, competencias… etc, etc, etc.
En definitiva, creo que dichas pruebas son absurdas, así como todo el sistema de exámenes de los colegios, totalmente inservible desde mi punto de vista. Algo que ya veía desde mis ojos de niña cuando les decía a mis padres: ¿pero todavía tenéis que corregir más “examinines”? Algo que con ojos de adulta veo como una pieza más de la cadena del desmontaje que forman los colegios. Una justificación de sueldos, tiempo perdido (la de horas que emplearán los corregidores de esas pruebas en balde...).
Ya, me han dicho a veces, pero entonces, ¿cómo saber lo que sabe un alumno? Y yo digo: escuchando. Algo que en un colegio es imposible porque lo primero que te inculcan es “guardar silencio”. Pienso que sólo así, quizás (si es que se necesita conocer), se puede saber lo que sabe un alumno o alumna, lo que le interesa, el potencial que alberga dentro, lo que esa persona puede dar en un futuro… Nada que ver con exámenes, libros de texto, temario, currículum, transversales, evaluaciones, competencias… etc, etc, etc.
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