miércoles, 8 de mayo de 2019

Lectoescribir

  
Noto desde hace tiempo una creciente obsesión por la lectura en muchos ámbitos. Existen mil organismos relacionados con el libro, así como programas de “fomento de la lectura” por todas partes. No entiendo cómo se dedica tanto tiempo, espacio y dinero a fomentar algo que el ser humano debería ser libre de poder hacer o no. Lo único que se me ocurre, es pensar que lo arrastramos de tiempos atrás, donde no todo el mundo tenía acceso a las letras. Pero, ahora ¿por qué? Pienso que es totalmente imposible que una persona de hoy no tenga relación con las letras, y no aprenda por ello a leer y a escribir, y que luego no escriba ni lea cuando quiera, cuando le haga falta.
Hace tiempo en un chat de wasap de madres, preguntaban por recursos para jugar y recursos para leer. ¿Es que leer no es un juego?
Posteriormente a esto, tuve un encuentro por mail con una "divulgadora" de la lectura. Expuse mi desacuerdo acerca de la necesidad de señalar como bicho raro a quien no lee o no quiere leer.
El otro día hablábamos sobre la obsesión de la "lectoescritura" en los colegios con un papá amigo. Alucinaba porque estaban enseñando a su hijo a escribir una carta, con su remite y todo, ¡cuando ya apenas se hace! Llegamos a la conclusión de que las niñas y niños en los colegios se pasan el día moviendo la mano para escribir en un papel, cuando sin embargo esto, en general, ya raras veces se hace.
La semana del Día del Libro, en el cole de Romeo, organizaron un mercadillo. Tenían que llevar un libro para intercambiarlo por otro. Dependiendo del libro que llevaran les ponían un punto de color que valía más o menos si el libro era de mayores, estaba bien cuidado… A Romeo le pusieron la puntuación más alta por haber llevado un libro “de mayores” bien cuidado. ¿Qué se pretende con esto? ¿Juzgar a los niños por sus gustos lectores? ¿Es que un niño de ocho años no puede leer lo que le dé la gana? 
Esto me recuerda otro hecho que no entendía: la separación de libros por edades. Alguien me explicó que responde a una cuestión de mercado. Yo leo álbumes ilustrados a porrillo, más ahora que soy adulta que de niña que no tenía tiempo para hacerlo. Romeo lee lo que le da la gana, pero he observado que no lee los libros que su profesora cataloga de mayores.
Mi sobrina “tenía que leer” este fin de semana. No podía pasarse tantos días de puente sin leer, me explicó mi suegra. Me imagino a mi pobre sobrina obligada a leer como quien obliga a su hija a jugar a videojuegos. Claro, que eso será después de que alguien escriba “En un lugar de La Mancha vivía un gamer de los de Nintendo y Súper Mario….”
Conozco un caso de un niño que robó un libro de la biblioteca de su clase porque no se lo había leído, y si pasado el tiempo lo devolvía le echarían la bronca por haber tardado tanto. ¡Olé por las buenas prácticas de los colegios!
La lectura debe ser una de las formas de la felicidad y no se puede obligar a nadie a ser  feliz.
El verbo leer no admite el imperativo.

  

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