Clase de educación vial. Un
policía municipal llamado Silvestre acude al colegio para explicar señales de
tráfico y otras reglas de circulación. Entre otras, que hay que bajarse
de la bici para cruzar un paso de cebra. Ese mismo día, a la vuelta del colegio,
vemos a un par de policías en bicicleta que cruzan un paso de cebra sin bajarse. Dice Romeo que
era gracioso, luego matiza que se quería hacer el gracioso con los niños. Por
lo visto, uno quiso hacer una gracia y el policía le frenó diciendo: ¡cuidado! A continuación no puedo evitar completar la frase para mis adentros: que yo soy la autoridad, sólo yo puedo hacer que
os riáis ahora.
Otro día, taller de higiene
bucal. En una tutoría pregunto, ya que les han dicho que se laven los dientes después de cada comida, si pueden incorporar la rutina de lavarse los dientes después del almuerzo. La
profesora me dice que no, que no les da tiempo.
No entiendo qué pretenden con
estas lecciones transversales, que llaman. Si es educacionar, educar y
aleccionar, o todo lo contrario. Empiezo a pensar que lo único que pretenden es hacer creer que lo hacen, que educan y aleccionan.
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