Es una práctica que se sigue
utilizando. Dar un premio cuando una niña o niño hace algo que gusta a un adulto
y castigar cuando hace algo que no gusta al adulto. ClassDojo es una de las
herramientas que utilizan en el colegio de Romeo para realizar esa práctica. Mediante
una aplicación informática premian actitudes que los profesores consideran
buenas y castigan las que perjudican la productividad académica. En el comedor premian al niño que
se porta bien (lo que el adulto encargado considera que es portarse bien) colocándole
en una mesa aparte, y ese día hasta se puede dejar comida en el plato si quiere,
me dice Romeo. El bien y el mal. Como si estuviera escrito en algún sitio por
encima de nuestras cabezas lo que está bien y lo que está mal, y formara parte
de un tratado universal de comportamientos.
El otro día viendo una serie de
televisión observamos una escena donde el protagonista tiraba una piedra para romper
una ventana. Necesitaba hacer eso para entrar en una casa y asegurarse de que la
persona que estaba dentro se encontraba bien. A Romeo le llamó mucho la atención. En otro contexto tirar una piedra
y romper un cristal hubiera sido castigado. A lo mejor el niño que tira la
piedra lo hace porque juega a la guerra. Su razón es tan seria como la del primer
ejemplo. Pero es el adulto quien tiene el poder (en el sentido de que los niños/as
dependen de ellos) y quien juzga cuando está bien y cuando está mal, quien
premiocastiga para moldear el comportamiento de la niña o el niño. En principio parece efectivo: el niño/a cambia su conducta ante una u
otra cosa. A la larga, pienso, cuando se ve sin el timón universal que rige sus
actos y los premiocastiga, puede perderse. No saber ni por qué tenía que sacar
dieces, aunque tenga miles de juguetes y no haya podido jugar porque tenía que….
estudiar.
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