Veo a mis padres cuando mi hijo y
su nieto, Romeo, es el motivo del plan. Aún así, todavía pienso en
conversaciones imposibles con ellos y ratos utópicos de estar juntos. Por eso
este verano fui con Romeo a la piscina de mis padres, únicos momentos
compartidos del verano (junto con alguna comida), con tiempo de sobra para
estar y charlar. Pero el momento no se desarrolló como yo lo tenía en la
cabeza. Mi madre se puso a saludar a unos y a otros, a hablar con unos y con otros, y a mí, a la que apenas ve, ni caso. Otra vez me acordé de la frase que
me dijo una vez mi amigo: “no esperes que tus padres te den lo que antes no te
dieron”. Ya no lo espero, o eso creo. Pues ese día reservé más tiempo del
habitual para estar en la piscina. Y me volví a sentir ignorada. Se lo dije a mi madre
y me contestó que me tenía que relacionar con la gente de la piscina, sus vecinas,
a las que, dijo, ella no podía ignorar.
Una amiga me dijo hace poco: las
personas con quien tienes más confianza son las que salen más
perjudicadas. Esa frase me ayudó a
recomponerme de aquel batacazo.
Este domingo tuvimos un
cumpleaños de un amigo de Romeo. Había mucha gente, muchos niños y Romeo a
nuestro lado no jugaba ni se relacionaba con nadie. Me acordé de mi madre y me
mordí la lengua para no preguntarle (aleccionando) si quería jugar con ellos.
Romeo no es fechor, ni escapista. No necesita llamar la atención
de sus padres haciendo fechorías o escapándose. Romeo cuando no está seguro, tiene necesidad nuestra...etc no
se despega de nuestro lado, ni nosotros del suyo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario