Escena que se repite una y otra
vez. Vamos a casa de mis padres. A y A preguntan a Carlos y a Romeo por sus
respectivas actividades. Yo escucho. Después me pregunto por qué no me
preguntan. Intento no juzgar el nulo interés que demuestran por mi persona,
pero no puedo evitar la curiosidad. ¿Por qué será? Me vuelve a la cabeza la
frase de mi amiga: “las personas con quien tienes más confianza son las que
salen más perjudicadas”. Será eso.
Antes de ayer escuché algo de una mujer que me maravilló: trabajo de empleada de hogar. Lo dijo con una sonrisa
y una satisfacción que hace años yo no hubiese encontrado en mí si me hubiesen
preguntado. La narrativa que me ha acompañado siempre empieza a cambiar.
Empollona licenciada en Ciencias de la Información fracasa trabajando en un
Cine de taquillera. Estudiosa para lograr el amor de sus padres, se licencia
sin dificultad en Ciencias de la Información y tras experimentar diversos
trabajos, decide elegir el que más comodidad e historias para escribir le aporta: la taquilla de un Cine.
¿Será a partir de ahora, con el
brillo en los ojos de la alegría y satisfacción, cuando mis padres me
pregunten? ¿Seguirán sin preguntarme, porque al igual que a mi me pasa con los
videojuegos de mi hijo, no les interesa lo más mínimo el tema cine? ¿Seguiré
viendo que no me preguntan cuando preguntan a otros? Pienso que mi triunfo, la capacidad
que tengo de crear mi propia realidad, me da las respuestas.
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