miércoles, 25 de septiembre de 2019

A se ofrece



Desde que nació Romeo, la relación que tenemos con mis padres se ha convertido en un toma y daca de necesidades. Además, ya comenté por aquí, que sólo nos vemos cuando Romeo es el plan. Es decir, que nos vemos cuando necesitamos que se quede con mis padres. Raramente, de una parte o de otra, surgen otras ideas en las que Romeo no sea el protagonista absoluto.
Nada más nacer, venían a verle, a traerle cosas o a colaborar en la mudanza que acabábamos de iniciar. Al año, Romeo se quedaba de vez en cuando con mi madre A y yo aprovechaba para hacer algo. Cuando entró en la escuelita y yo volví a trabajar en el Cine, se quedaba una o dos tardes por semana con mis padres. Cuando empezó el colegio, igual. Ahora que el puzle de nuestra vida familiar se ha acoplado, ya no se queda ningún día, salvo cuando Carlos viaja y coincide con mi trabajo en el Cine, o por petición de Romeo. Así es que, desde que nació hemos intercambiado conversaciones de cinco minutos en torno a la ropa, alimentación y enfermedades de Romeo. Me pregunto cómo será cuando Romeo vaya en metro solo.
Cuando mi madre llama por teléfono, que suele ser cuando alguno está enfermo, pregunta: ¿necesitáis que me quede con Romeo? Parece que lo hace con la intención de ayudar, pero creo que responde más a una necesidad suya. Por eso, a mí me dan ganas de responderla: ¿necesitas tú quedarte con él? Lo mismo con las compras. Creo que más que querer cubrir una necesidad de Romeo, el acto responde a una necesidad suya, de abuela, que todas las que conozco son compradoras compulsivas.
El otro día Romeo tenía cinco sacapuntas en el estuche. El del año pasado, uno grande para los lápices de colores (que el del año pasado no vale), el que le metí yo porque el del año pasado no iba muy bien, uno que le dio no sé quién y el nuevo de la abuela que al verle con el del año pasado, le faltó tiempo para acometer una nueva compra.
Cuando dicen que la conciliación la sostienen los abuelos, o que sin abuelos el país se viene abajo, yo me quedo pensando que, quizás, es al revés: que son los nietos los que sostienen a los abuelos, mientras los hijos lo contemplamos.   

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