martes, 22 de octubre de 2019

El Blog de una taquillera de Cine (8)



Una vez una clienta me pidió dos entradas del palco. La miré extrañada y justo cuando estaba a punto de explicarle que no teníamos entradas de palco, me dijo que se refería a la fila de asientos donde no hay nadie delante, que hay como una barandilla, la que separa los asientos de la escalera. Eso era “el palco”. Un sitio que a mí antes también me gustaba bastante. Le dije que esos asientos estaban ocupados. Graso error. Sólo estaban ocupados los del pasillo y por lo visto a la señora no le importaba que no fueran de pasillo. Pero yo operé con mi experiencia, la experiencia que me dice que casi todo el mundo quiere situarse en butacas que den al pasillo y más cuando son de “el palco”, como las que me había pedido esta señora. Cuando salió de ver la película vino y con una mala leche que le desfiguraba la cara, me soltó que no tenía vergüenza, que por qué no le había vendido las entradas del palco que quedaban libres, que era una mentirosa… Patatín, patatán. En definitiva, me puso verde.
Menos mal que tengo facilidad para olvidar las caras y pensé que no me iba a acordar de aquella señora jamás en la vida. Así fue y no fue. Seguramente la volví a ver, pues tiempo después supe que era clienta habitual, y la atendería como a otra más. Hasta que un día una señora que se acercaba a devolverme las llaves del baño de la planta de abajo, me preguntó que si la bici era mía, que me había visto un día con ella, que menuda ciclista estaba hecha, que qué buena bicicleta… Patatín, patán. En definitiva, me puso roja.
En ese instante pensé que el cine reproduce el cine, que ante mis ojos tenía un caso claro de doctora  Jekyll y señora Hyde. ¡Qué bello es el cine!

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