Ayer me contaba Romeo que el
lunes próximo tienen una salida. Yo había leído algo también sobre ello en un
comunicado del colegio, pero me pareció entender que era un taller. Así es que
le pregunté:
-¿Estás seguro que es una salida
y no un taller dentro del colegio?
-Bueno, no sé. Es algo de salud o
algo así…
Me pregunto si a las demás niñas
y niños se les queda algo de lo que en esos talleres o actividades les
explican y/o hacen. A Romeo nada. Ni sabe
qué significan muchos de esos conceptos, ni se entera de nada de lo que
pretenden inculcarle.
Estos días estoy con un
libro sobre diversidad sexual donde leo esto: “La dirección de la escuela es
quien asume la responsabilidad última de que se apliquen medidas activas y
eficaces para promover la igualdad de género. En todas estas normas se
establece la misión de la escuela infantil de educar en igualdad. Hoy en día
tanto educadores y educadoras, como el equipo directivo de las escuelas
infantiles son altamente conscientes de que deben trabajar para promover la
igualdad, pero todavía muchas no saben cómo llevar los principios a la práctica”.
Siento como si estuviera de moda hablar de ciertos conceptos, y como si de tanto usarlos se hubieran
vaciado de sentido. Como si fueran envoltorios de caramelos sin caramelo. Siento
como si el caramelo, el concepto, fuera por un lado y el envoltorio por otro.
De hecho, me parece que al envolver tanto dichos conceptos, con actividades,
talleres… etc, se pierde el interés (si es que tiene que haberlo) por ellos. Demasiado bonito el papel para
que luego pretendan que me quede sólo con el regalo. Pienso esto de todos los
planes de fomento: fomento de la lectura, fomento de la igualdad, fomento de la
diversidad, fomento de lo saludable…
No creo en la intención de
fomentar nada en nadie. Creo que si hay algo que me incomoda, haría mucho al mundo ocupándome de ello en mí. Los educadores y educadoras no saben, pienso, porque no tienen que saberlo, sino serlo.
Me explico: que si una
niña utiliza una cocinita de juguete para hacer comiditas, dejemos que las haga y
no queramos que haga ladrillos o la utilice para lanzar misiles. Que si para un niño un
Batman no es un muñeco, dejemos que lo llame como le de la gana. Si una
mamá no quiere hacer la comida todos los
días, puede hacer una propuesta a su familia o inventarse una fórmula para no
tener que cocinar todos los días. Son personas haciendo esto y lo otro, qué más da el género.
La tarea estaría, opino, en mi propio universo, cambiando o aceptando lo que me incomoda de mí, y no pretender que los niños y niñas se hagan fotos jugando con juguetes que no van con ellos para promover la igualdad de género.
La tarea estaría, opino, en mi propio universo, cambiando o aceptando lo que me incomoda de mí, y no pretender que los niños y niñas se hagan fotos jugando con juguetes que no van con ellos para promover la igualdad de género.
Es decir, que pienso que al
querer promover tanto ciertos principios que no vemos en nosotros, en nuestro universo, les alejamos
de ellos. Los niños y niñas nacen iguales, no hace falta que nadie se lo diga.
Si no paramos de decírselo, es cuando perciben la desigualdad encubierta que
practican quienes pretenden inculcarles dicha igualdad. Lo mismo con el principio saludable, sostenible... etc. Con los
premios y castigos me pasa un poco lo mismo. Que, pienso, son envoltorios que hacen que el ser humano ya no quiera seguir
aprendiendo por sí mismo.
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