jueves, 17 de octubre de 2019

Ensefomentar



Ayer me contaba Romeo que el lunes próximo tienen una salida. Yo había leído algo también sobre ello en un comunicado del colegio, pero me pareció entender que era un taller. Así es que le pregunté:
-¿Estás seguro que es una salida y no un taller dentro del colegio?
-Bueno, no sé. Es algo de salud o algo así…
Me pregunto si a las demás niñas y niños se les queda algo de lo que en esos talleres o actividades les explican y/o hacen.  A Romeo nada. Ni sabe qué significan muchos de esos conceptos, ni se entera de nada de lo que pretenden inculcarle.
Estos días estoy con un libro sobre diversidad sexual donde leo esto: “La dirección de la escuela es quien asume la responsabilidad última de que se apliquen medidas activas y eficaces para promover la igualdad de género. En todas estas normas se establece la misión de la escuela infantil de educar en igualdad. Hoy en día tanto educadores y educadoras, como el equipo directivo de las escuelas infantiles son altamente conscientes de que deben trabajar para promover la igualdad, pero todavía muchas no saben cómo llevar los principios a la práctica”.
Siento como si estuviera de moda hablar de ciertos conceptos, y como si de tanto usarlos se hubieran vaciado de sentido. Como si fueran envoltorios de caramelos sin caramelo. Siento como si el caramelo, el concepto, fuera por un lado y el envoltorio por otro. De hecho, me parece que al envolver tanto dichos conceptos, con actividades, talleres… etc, se pierde el interés (si es que tiene que haberlo) por ellos. Demasiado bonito el papel para que luego pretendan que me quede sólo con el regalo. Pienso esto de todos los planes de fomento: fomento de la lectura, fomento de la igualdad, fomento de la diversidad, fomento de lo saludable…
No creo en la intención de fomentar nada en nadie. Creo que si hay algo que me incomoda, haría mucho al mundo ocupándome de ello en mí. Los educadores y educadoras no saben, pienso, porque no tienen que saberlo, sino serlo. 
Me explico: que si una niña utiliza una cocinita de juguete para hacer comiditas, dejemos que las haga y no queramos que haga ladrillos o la utilice para lanzar misiles. Que si para un niño un Batman no es un muñeco, dejemos que lo llame como le de la gana. Si una mamá no quiere hacer la comida todos los días, puede hacer una propuesta a su familia o inventarse una fórmula para no tener que cocinar todos los días. Son personas haciendo esto y lo otro, qué más da el género.
La tarea estaría, opino, en mi propio universo, cambiando o aceptando lo que me incomoda de mí, y no pretender que los niños y niñas se hagan fotos jugando con juguetes que no van con ellos para promover la igualdad de género.  
Es decir, que pienso que al querer promover tanto ciertos principios que no vemos en nosotros, en nuestro universo, les alejamos de ellos. Los niños y niñas nacen iguales, no hace falta que nadie se lo diga. Si no paramos de decírselo, es cuando perciben la desigualdad encubierta que practican quienes pretenden inculcarles dicha igualdad. Lo mismo con el principio saludable, sostenible... etc. Con los premios y castigos me pasa un poco lo mismo. Que, pienso, son envoltorios que hacen que el ser humano ya no quiera seguir aprendiendo por sí mismo.

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