miércoles, 6 de noviembre de 2019

El Blog de una taquillera de Cine (16)



A través del hueco del cristal de la taquilla por donde los clientes y yo hacemos la transacción de dinero y entradas, me llegan diferentes olores.
Es un orificio rectangular lo suficientemente grande para que quepa mi mano, la de ellos y el datáfono. Cuando hace frío, lo tapo con lo que sea (libros, sujetapapeles, cajas…) para que no me hiele el aire. Aún así, me llegan los olores. De pintalabios, de tabaco, café, flores… Un día me llegó un fuerte olor a caca. Lo primero que pensé es que habría algún perro cerca o que algún cliente habría pisado una caca de perro. Miré mis zapatos, por si acaso. Luego pensé que quizás algún bebé… Nunca resolví el enigma. Lo peor es cuando llega alguien con halitosis. No me puedo escapar. Aunque alce la nariz simulando que no llego bien al micrófono, el mal aliento inunda la taquilla y hasta que no le doy la entrada aquello no se va. Lo mejor es cuando garrapiñan en las casetas de Navidad. Creo que el cristal de la taquilla es otro de esos elementos que me ha hecho agudizar el olfato. ¡Qué bello es el cine! 

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