La semana pasada cuando me
disponía a comenzar mi jornada en la taquilla, vi un objeto extraño redondo,
plano y negro junto al datáfono. No sabía qué era y tampoco quise identificarlo
preguntando. Cada vez que vendía una entrada a un cliente, echaba una
miradita. Pero nada, no me decía nada. No tengo ni idea de lo que puede ser.
Ello me sirvió de estímulo para
reflexionar e imaginar a lo largo de toda la tarde. ¿Y si era un aparato para
que los clientes compraran su entrada por medio de una tarjeta que se metiera
por una de las ranuras y luego…? ¿Y si era un micrófono para que se escuchara
en la calle todo lo que decíamos? ¿Y si era un detector de movimientos sísmicos
o fílmicos? Preferí no preguntar. Me gustó el juego.
Mi hijo Romeo dice que es mucho
de máquinas, que le gustaría vivir en el futuro. Su padre, en cambio, desearía
haber nacido en los años cuarenta. Yo ni tanto ni tan calvo: máquinas, pero
pocas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario