Otro de los personajes del mundo
de mi Cine es Jesús. Un hombre de ochenta años que nos visita todos los días
antes de salir de paseo y cuando regresa a casa. Nació en un pueblo de Bilbao y
aunque la familia del padre le dio muchos tíos, seis hermanos y siete
hermanastros tuvo el padre, a él le perdió muy pronto. Después de esa muerte
padeció dos más que le volvieron a marcar la vida: dos mujeres. La tercera
le dejó. Fue por la primera por la que vino a Madrid y se hizo más madrileño
que cualquier gato: traje de chulapo en todas las fiestas y procesiones, y
hasta salió fotografiado en una revista que guarda celosamente y enseña como carta de presentación. Ahora se ha hecho manchego y cual Don Quijote visita todos los días el
Centro Cultural de Castilla La Mancha, donde hace las veces de portero, toma
café y pasa la tarde. Es de esos cafés de donde me trae todos los días un
bombón, que él no se come, a pesar de gustarle mucho el chocolate. En sus
tiempos de trabajador arreglaba frigoríficos, ahora paraguas que se encuentra por la calle. Estos son su lanza de caballero errante por Madrid. Leer no lee como hacía aquel, pero sí viaja libros que me trae al Cine. De vez en cuando coge el Circular y se da la vuelta a la ciudad. Otra veces echa una moneda al aire para ver dónde dirigir sus pasos, si a derecha o a izquierda. Le gustan las películas del oeste
y es por eso que un día le invité a ver una: “Los hermanos Sisters”. De la que salió
diciendo: “salen desarrapados; no hay mujeres; no se sabe quién habla porque no
ponen la cara de quien habla; cuando disparan parecen que te dan; a uno le
cortan el brazo, se matan entre ellos…” Me confesó que echó una cabezadita y me
dio las gracias por haber ido al cine después de treinta años. ¡Qué bello es el cine!
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