Cuando empecé a pensar en el oficio de escritor imaginaba mis escritos por el mundo sin ninguna imagen mía que los acompañara. No me dejaría fotografiar ni grabar en vídeo. Mi yo se conocería por mi labor escrita. Estudié Imagen y Sonido (lo que ahora se llama Comunicación Audiovisual), pero mi obra no iría acompañada ni de imagen ni de sonido.
Cuando los famosos vienen al Cine
no pienso en ellos como famosos, sino como personas que hacen esto o lo otro.
Me quito la imagen que tengo de ellos. Quiero que sólo me quede su obra,
aunque sea una obra en imágenes. No quiero acompañar su impronta en mí de una
imagen, igual que yo no acompaño mis textos de una foto. Por eso no me gusta
hacerles fotos o pedirles un autógrafo. Tampoco lo haría con la pescadera que
me sirve el pescado en el supermercado.
Sin embargo, desde principio de
este año he tomado una decisión que modifica un poco esta opinión. Me he acostumbrado a
tomar decisiones nuevas los principios de año. Creo que también fue un
principio de año cuando decidí desayunar a las doce de la noche durante un
tiempo. Ya
tengo dos fotos con dos famosos y espero que la colección aumente. Me las hice
pensando en mi tía, quien admira a la famosa 1 y al famoso 2, y ahora quiero “atracar”
a cada famoso que pase por el Cine. Pienso que quizás no tenga otra vida tan
cerca de los famosos que van a mi Cine. Por eso tengo que aprovechar la
oportunidad que me brinda este escenario. Estoy preparada por si alguno me dice
que no, como haría yo. Aunque esta posibilidad es mínima, igual que sería la
de que alguien me parara por la calle. A muchos
famosos de mi Cine les gusta saberse reconocidos (“¡momento foto!” me dijo la
famosa 1 con una sonrisa cuando se la pedí). Otras veces pienso que les hago una faena
descontextualizándolos de su momento de ciudadano desapercibido. Por eso el
próximo día, para compensar, le haré una foto a mi pescadera. ¡Qué bello es el cine!
No hay comentarios:
Publicar un comentario