lunes, 24 de mayo de 2021

El Blog de una taquillera de Cine (45)

 

Nunca he leído tanto como trabajando de taquillera. De niña descubrí este invento. Me dio tiempo a devorar las historias de Los Cinco, La Historia Interminable, Momo y poco más, pues luego, aunque seguía devorando, no fue con placer y el verbo leer (como he leído por ahí) no admite el imperativo. Tenía tanto que leer obligada, que el deber no dejaba paso al placer. Terminé aparcándolo. Pero siempre esperó ahí. Cuando me hice adulta lo rescaté. Me di cuenta que sólo me apetecía leer. Así es que me empeñé en encontrar un trabajo que me lo permitiera. Probé varios, pero casi todos me exigían esfuerzo intelectual que luego minaba mis fuerzas para la lectura y creación. Por entonces también había rescatado la capacidad de crear del baúl de los recuerdos de mi infancia. Quería llegar a casa despejada y con mucho tiempo para poder leer y escribir. O mejor al revés, leer y escribir para luego trabajar. Lo conseguí: “escribiendo conseguí una vida para escribir”.

Llevo años leyendo en el Cine. He desarrollado esta capacidad humana de tal forma que puedo leer aunque a mi lado estén festejando con risas o salgan disparos de las salas. Leo en silencio, en voz alta, sentada, de pie. Leo con la máquina de los hielos meciéndome y como música ambiental el ruido de las palomitas haciéndose. Como tuve que aparcar muchas lecturas de niña, dejar el libro para hacer otras cosas a veces me cuesta. Sin embargo, leo interrumpiendo mi lectura para atender clientes. Leo entre líneas si la historia escuchada supera mi interés por la historia leída. A veces me he apoderado de historias muy interesantes escuchando entre líneas. Es entonces cuando me digo que leer una vida contada es como escuchar una vida escrita, que escuchar la vida es leer el mundo. Cada persona es como un libro abierto, dicen por ahí también, y cuando termina de contarme su historia meto de nuevo la cabeza entre las páginas de mi libro. 

¡Qué bello es el cine!

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