viernes, 28 de mayo de 2021

Meriendar

Recuerdo las meriendas de mi infancia. Media hora de pausa en medio de la tarde para dejar de hacer deberes. Me la preparaba en la cocina sobre una bandeja marrón con huequitos (parecida a la de los aviones): sándwich con pan de molde alargado (Semilla de Oro) de jamón york, queso… acompañado de un zumo o un yogur. En el salón viendo Barrio Sésamo la devoraba. Después volvía a la tarea. Esa media hora me sabía a gloria.

Ahora pienso en cómo ese tiempo y espacio de merienda han desaparecido de mi vida. Cenamos pronto, a las 19:00-19:30, porque nos gusta acostarnos con la digestión hecha. Comemos a las 14:30, cuando llegamos del colegio. Entre una hora y otra no hacemos hambre, así es que no hay lugar para esa añorada merienda.

Cuando Romeo va a casa de los abuelos merienda. La abuela crea, para hacerle ingerir alimentos saludables, brochetas con fruta, zumos multicolores… y para cenar sopita. La yaya le prepara sándwich de jamón york que le encantan.

Cuando tras el cristal de las cafeterías veo a personas mayores tomando un café con tostadas a media tarde, me acuerdo de mis meriendas. También cuando a la salida de los coles por la tarde veo a las niñas y niños con bocadillos en la mano mientras corretean con sus amigos. Cuando llevaba a Romeo a clases de Scratch había un niño que compaginaba mordiscos a un bocadillo con toques de ratón. Tengo un compañero en el Cine que todos los días sobre las 18:00 merienda un dulce.

El afternoon tea en Inglaterra es una merienda interminable: salado, dulce, bebidas…

He apuntado en mi agenda "merienda Romeo" porque me da pena que no tenga un recuerdo de merienda, como yo lo tengo, antes de dejar de ser niño, y porque alguna vez me lo ha pedido, influenciado por algo. Lo que no sé es cómo la acoplaré en nuestro día, ahora que soy cada vez más consciente de mi cuerpo y observo que muchas de las pautas sociales vienen marcadas por intereses externos.  

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