jueves, 20 de febrero de 2025

Hombre calvo mezquino talla miniaturas en madera

 

Cuídate y no sufras más de la cuenta, me dice mi tía. No contesto, pero pienso y como consecuencia escribo.

Cuidarme puedo, aprendo cada día a hacerlo un poquito mejor, pero no sufrir me es imposible porque los sentimientos dependen de las emociones y éstas no se pueden controlar, salen de los sentidos (de lo que vemos, oímos, tocamos, olemos, gustamos…) y es incontrolable. De hecho, creo que si se intentan controlar, mediante la represión de éstos, por ejemplo, saldrían por otro lado. Todo lo que sentimos, pienso, tiene utilidad en nuestro cuerpo, como todo lo que existe en la naturaleza tiene utilidad en la misma.

Un ejemplo de cuidarme es la medida que adopté hace tiempo de no cambiar mi armario con el paso de las estaciones. Guardar la ropa de invierno y sacar la de verano, por ejemplo, ya no lo hago. Me di cuenta un día que necesité algo de abrigo en pleno verano y me costó un mundo alcanzarlo, así es que a partir de ese día ya no lo hago y me ahorro ese trabajo, ese esfuerzo que suponía para mí, me cuido. Además, cuando viajo a zonas con clima diferente prefiero tenerlo todo a mano para hacer la maleta. También porque puede hacer invierno en verano y verano en invierno. Esta medida forma parte, pienso, de las medidas que estoy adoptando para cuidarme, para no complicarme mi existencia que es, como todas, única con sus prioridades únicas. Hay quien hace el embozo de la cama, quien permanece junto al arroz con leche una hora y media dándole vueltas, quien...

Miro atrás y veo que desde hace casi un año no uso el dinero para comprar cosas materiales que ocupen espacio y luego tenga que limpiar y ordenar, que no aprovecho los descansos en el trabajo para hacer la compra, que me desplazo en metro en lugar de cansarme yendo en bicicleta o corriendo, que soy capaz de decir “no” a un plan simplemente porque necesito relajarme… y sobre todo que acepto mis sentimientos sin censurarlos.

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