jueves, 6 de marzo de 2025

Mundos

 

El otro día hablando con mi madre me di cuenta de lo diferente que hemos criado y lo diferente que han sido nuestras prioridades en la vida. Ella "luchaba" para que hubiera guarderías donde guardar a sus hijas durante el tiempo que trabajaban. Yo abogo para que no haya ningún sitio donde guardar a los niños. A mí me gustaría que niños, adultos y ancianos convivieran en espacios comunes. Opino que unos y otros se pueden aportar muchísimo interrelacionándose entre sí. Opino que separar a hijos de sus padres cuando no quieren, puede traer consecuencias muy graves en la vida futura de un ser humano. Yo no creo que haya que luchar sino tomar consciencia. En mi opinión no se trata de tener la razón, sino las riendas de la vida, que las circunstancias no pauten nuestra vida. No es implantar una idea en alguien que no opina como tú, sino aprender a tomar consciencia de todas las acciones que hacemos reflexionando sobre sus consecuencias. No hay nada que sea mejor para todos.

Mi madre me ponía el ejemplo de todo lo que había hecho ella por conseguir que existieran guarderías y yo pensaba: madre mía, todo eso que has hecho tú es justo lo que yo quiero deshacer. Me imaginaba un edificio enorme y yo demoliéndolo.

Para mi madre la prioridad era que tanto hombres como mujeres pudieran trabajar. Para mí, una vez conseguido eso (en el mundo occidental que yo conozco), mi objetivo es que no se separen a los hijos de sus padres cuando no quieren separarse.

Mi suegra me contaba que una vez había tenido que ir a hablar con la profesora de su hijo porque éste había llegado a casa muy preocupado y con mucho miedo debido a que les había dicho que “había un infierno con un demonio muy feo con rabo largo y orejas…”. Le dijo a la profesora que a su hijo no le volviera a mencionar nada acerca del infierno.

-Ah, ¿pero no son ustedes creyentes? Le preguntó la profesora.

-Sí, lo somos, pero a mi hijo de ocho años no le asuste usted con esas cosas.

La prioridad para mi suegra era que su hijo no tuviera miedo. Yo me veo yendo al instituto para decirle a la de Química que no haga memorizar como un papagayo a mi hijo de catorce años la tabla de valencias porque eso no le interesa lo más mínimo.

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