He llegado a la conclusión de que hoy en el mundo que me rodea hay poca gente que coma con hambre. Hambre en el sentido de atender a la llamada de nuestro cuerpo para cubrir la necesidad de aportar nutrientes sin los cuales éste no podría funcionar.
Lo veo en las casas familiares donde el reloj marca la hora de las ingestas de alimento independientemente del hambre.
Lo veo en mi trabajo donde mis compañeros se entretienen comiendo.
En acontecimientos como bodas, comuniones y bautizos se da mucho esta situación de gente comiendo sin hambre. Bien por inercia, copiando lo que otros hacen, por probar alimentos, por no enfrentarse al vacío o por otras razones. He visto comer con afán dos horas después de haber terminado una comida de seis entrantes, segundo y postre.
He observado que con las bebidas ocurre algo similar cuando alguien pide en un bar porque le da vergüenza no pedir, aunque no le apetezca tomar nada.
Lo veo en mi pareja, que come cuando tiene comida fácil a disposición sin parar. En mi hijo que hace lo mismo y también cuando estamos viendo una película. Nos gusta ver una película mientras comemos algo rico y a él todavía le cuesta discernir cuando tiene el estómago lleno para dejar de comer. Yo lo he aprendido a hacer hace poco, dejar de comer viendo una película cuando no tengo hambre.
No fue hasta que me independicé que empecé a escuchar mi estómago. A distinguir cuando comía porque mi estómago me lo pedía a cuándo comía porque me lo pedían otras personas u otras cosas. En casa siempre había que terminarse lo que tenía en el plato. En el colegio ídem. Así poco a poco fui adquiriendo el hábito de no dejar nada en el plato. Hoy todavía me cuesta horrores no dejar nada. Aunque esté llena veo un par de patatas en el plato y me las como. Hago de mi cuerpo el cubo de basura donde irían a parar esas patatas. Ahora bien, si llevo un recipiente y la situación no hace que me sienta cohibida, me lo guardo. Ha aprendido a guardar lo que no me como, porque no soporto el hecho de saber que lo que no me coma se va a tirar.
También he descubierto que me gusta comer sólo cuando tengo hambre. Me encanta la sensación de sentir mi estómago vacío (y si ruge mucho mejor) para poder saborear bien la comida. Si como sin hambre estoy deseando acabar para recostarme y rezar para que el estómago no me duela.
Antes comía atendiendo a dos razones: momento y hambre. El momento lo determinaba la actividad social compartida. Ahora sólo como por hambre y si tengo un acontecimiento social con comida, me preparo para tener hambre comiendo menos antes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario